Escuchando un día atentamente
de la Canción de Lara el resonar,
acudían a mi mente con dulzura
y en las notas del suave cantar,
las dos almas que juntas encarnaban
ese eterno y dulce soñar.
No eran más en este pobre mundo
que dos gotitas de agua en el inmenso mar,
como dos granitos de cálida arena
que el viento agitaba sin piedad
y que, a pesar de caer esparcidas
se juntaban de nuevo, al azar.
Tiernos y enamorados, dulces y suaves,
locos corazones sedientos de amor,
para quienes ni existe ni mundo ni vida
ni seres ni cosas que inciten pasión,
solo que sus almas, gemelas y unidas
latiendo al unísono por un solo amor.
Era tan grande, tan plácida y bella
la dicha aquella que los dos sentían,
que al evocar sus caras en mi mente
después ya, pasados muchos días,
quiero encontrar alguna semejanza
entre sus vidas, la tuya y la mia.
Si ellos se amaban con dulzura
con dulzura nosotros nos amamos,
y si ellos sentían con pasión
al rodearsen ambos con sus brazos
tambien nosotros de pasión morimos
al fundirnos en tiernos abrazos.
Y al declinar el día,
cuando todo en el mundo es pena y llanto,
cuando hasta el sol nos niega sus reflejos
de color de oro claro, entonces es
cuando pienso con más fuerza
en que yo soy esa LARA y tu ZHIVAGO.
¡ Que bonito me parece! Todo. Todo.
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